Francisco Merino
Comunicación Integral
Hace unos años conversaba con un amigo sobre la necesidad de emigrar a Lima para acompañar a mi hija que concluía su secundaria y, siguiendo la tendencia de la época, debia ir a postular a la universidad en Lima.
Su respuesta fue sorprendentemente práctica y en el momento me pareció fría: “Mira Pancho, te vas a ir dejando tu casa, tus amigos, tu tranquilidad, tu trabajo, a vivir en un departamento o una casa pequeña que ojalá pueda ser tuya; vas a estar 5, 10, 15 años educando a tus hijos, saliendo de tu casa a las 5 o 6 de la mañana y regresando a las 8 o 9 de la noche y viendo a tu familia solo los fines de semana.
Después, quieras o no quieras, al empezar a trabajar ellos van a tener que viajar, salir y finalmente independizarse, formando su propio hogar. Y tu, te vas a quedar con tu mujer, en un departamento pequeño, lejos de tus amigos, de tu familia, de tus costumbres, por que tienes que reconocer que a tu edad (ya andaba arriba de la base 4), ya tienes todo eso hecho acá, y reconstruirlo en un lugar ajeno, es complicado.
Yo – me dijo – ya construí una casita pequeña para mí y mi mujer, para continuar nuestra vida aquí, por que mis hijos también se están yendo y yo no seré el sonso de seguir tras ellos, sabiendo que después se irán”.
Finalmente ni yo, ni mi hija fuimos a Lima, pero realmente una conversación y consejo que agradezco, pues 10 años después, el tiempo le dio la razón, ambos hijos ya van tomando su camino y, aunque el amor familiar sigue intacto, la vida y sus leyes se imponen, pero yo sigo en mi Chachapoyas y aunque distanciados por la situación actual, en contacto y con el apoyo mutuo de mis amigos y hermanos.
Hoy sin embargo y ya en la base 5, otro panorama se muestra a partir del anterior: La vida en la Tercera Edad; muchos no la vemos o no queremos verla, pero ya está cerca, luego de los cincuenta y poco a poco “la ruma” se va acercando y, aunque no es la perspectiva del siglo XX, en la que las posibilidades eran no muy positivas y citando algunas, como el internar a los viejitos en asilos o quedar como la “yapa” del hogar de uno de los hijos, o como dice un viejo chiste: “andar en la edad del mono”, es decir saltando en la casa de cada hijo de tiempo en tiempo, hay que pensar en ella.
Tampoco es la realidad de la vejez del siglo pasado: los setentas de hoy son los cincuenta de antes , se dice. Y es cierto, la medicina geriátrica y gerontológica y sus adelantos hacen que una persona de sesenta o setenta años goce de todas sus facultades mentales y más o menos buen estado físico, según el ritmo y calidad de vida que haya llevado.
Sin embargo, no se ha podido solucionar la otra parte del asunto, el tiempo y la soledad: si el adulto mayor continúa viviendo con su descendencia, la distancia generacional hace que no hayan tópicos o temas de conversación en común, lo que hace aparecer una brecha en la comunicación, que termina en muchos casos con un aislamiento. Si quedó solo en casa en cambio, las visitas con la familia y de la familia tampoco son lo todo frecuentes que se espera. Consecuencia: Soledad, dificultad para recibir apoyo oportuno cuando se necesita, en resumen: disminución de la calidad de vida.
Pero tampoco se trata de dejar que eso pase, he podido leer algunas experiencias europeas, específicamente la que vi, en España, en la que personas adulto mayores (o ad portas de serlo), especificamente matrimonios; con edades similares, lazos amicales e intereses comunes, se asocian para construir condominios en los que puedan gozar de calidad de vida, compartiendo hobbies, costumbres y brindándose apoyo mutuo cuando es oportuno, pero támbien con la privacidad necesaria, gozando a la vez de entornos rurales o semi rurales y a la vez cercanas a núcleos urbanos que les den servicios básicos y de salud y les permitan también realizar actividades físicas para utilizar el tiempo y mantener un buen estado físico.
Quizás la gente de la Generacion X debemos seguir las tendencias de Envejecimiento Activo, Trabajo Remoto, Aislamiento Social y Bioseguridad que nos presenta esta Nueva Realidad e ir preparándonos desde ahora, para que, así como la etapa de la partida de los hijos o lo que se conoce en el marketing de hoy como la “Etapa del Nido Vacío”, no nos encuentre desprevenidos y podamos disfrutar de esta nueva edad, que se presenta como la posibilidad de años de bienestar, negados a las generaciones anteriores.