Volver a mi tierra.

Volver a mi tierra.
04/04/2021 Comentarios desactivados en Volver a mi tierra. Viajes fmerinov

Regresar a Lamud. Es un poco volver a mi tierra; su silencio, roto apenas por tus pisadas y por
cálidos saludos que te regalan los chicos que van camino al viejo Blas Valera, que te
sorprenden con un cálido buenos días. Por que a los mayores se les saluda, por que junto a a la
costumbre de llegar temprano y a salir por la mañana con los zapatos brillantes y la camisa
planchada, lo aprendieron en casa. Por qué los valores, junto a la ciega fe a Gualamita y el
cariño a su Lámud, llegaron día a día cómo llega a la mesa el pan lamutino de la mañana; con
un queso fresco, un huevo frito en perol y una taza de café humeante, que no sabes si es más
rico por que se hizo con leña y en olla de barro, o por qué lo hizo su madre con ese ingrediente
que no se toca, que no se ve, que no se compra, que no se mide ni regatea, con el que Dios
bendijo a todas las madres para dárselo solamente a sus hijos.


Por eso es que no lo olvidas, ni la fe, ni el saludo, ni las buenas maneras, ni la ciega fe al Taita
Gualamita que sale en setiembre y te mira, y sabes que es la misma mirada de hace cincuenta
años, cuando tu padre y tu madre lo cargaban en un acto de fe que los traía desde la vieja
Chachapoyas, año a año, el viejo con su terno mi madre y su mantilla, grata peregrinación que
no estaba marcada por el sacrificio o la expiación, sino por la gratitud y la devoción a
Gualamita, por el cariño a esta linda tierra, a los amigos de siempre que a través de los años se
hicieron compadres y acaso Hermanos, que abren sus salas al pueblo y vuelcan todo el cariño
de un año sobre la visita y por que lo niegas, también por “fiestear” a lo grande. Eso, nada de
eso se olvida.


Como tampoco te olvidas del monótono pero cadencioso ritmo de las shacapas, que por horas
sacuden atadas a sus pies los danzantes, bailando al ritmo de un raído tambor y una antara
que con una tonada ancestral y formando caprichosas sombras que proyectan decenas de
velas, rinden a su sincrético modo su adoración al Dios Hijo, al Taita Gualamita, patrón de
Lamud que un día decidió que esta fuera su tierra y aquí se le venerara, y si es su voluntad aquí
se hace bien.


Hoy, al ver el albazo que marca el inicio de la quincena de fiestas en Lamud y que la tecnología
deja ver en directo, recuerdo de pronto que nunca lo vi, nosotros llegábamos el doce, dejando
atrás nuestro Caclic y la pequeña “fiesta patronal” que significaba el cumpleaños de mi padre y
que empezaba el diez por la tarde, al ritmo del acordeón, oportuna y frecuentemente
refrescado por tragos y cerveza enfriada por agua de Puquio, que no debía faltar en las mesas
y que como hijo menor era una misión que me correspondía y diligentemente debía cumplir.


Lamud y su fiesta cambiaron también, es cierto. Pero también es verdad que aún guardan
mucho de ese sabor auténtico de fiesta que en un momento te compartieron con Chachapoyas
y que por acá ya no está. Lamud es aún el lugar donde mi primo Vito se olvida del terno, en
Lima junto con el estrés del trabajo y el medio siglo de años que cargamos en la espalda y
vuelve a ser el que le quita el carrizo al cohete y lo dispara en el salón del mayordomo.
Y que lindo es mi Lamud cuando lo alumbra el sol de setiembre, cuando el cielo celeste
enmarca sus cerros y, mudos testigos ven bajar por sus laderas a la gente contenta, van a la
fiesta, como fueron sus padres, sus abuelos y ojalá n día también sigan bajando sus hijos. Que
lindo es mi Lamud cuando el bombo retumba en las calles y la gente va bailando al Hueche,
cuando la tinya hace vibrar sus cuerdas y te recuerda qué hay que ir al santuario, que estas
vivo, que la vida es buena y que lo bueno está aquí, en esta tierra, tu Lámud , mi Lámud.


Es el lugar donde de pronto puedes abrazar a los amigos de años, a los amigos de siempre.
Lamud es también el lugar donde siempre el mayordomo te invitará a su casa, te conozca o no,
y te hará ser parte de la fiesta, parte también de Lamud. Es donde el sabor original del folklore
aún reina en las calles, el olor del zaumerio, el sonido de la banda y las shacapas sigue siendo la constante de la fe, es el lugar donde crees que aún encontrarás de pronto al viejo, junto al
tío Laynes y el tío Telmo, honrando los sagrados ritos de la amistad.


Quizás Lámud sea hoy donde más está la Chachapoyas que conocí, ojalá nunca cambie. Y si
cambia, que guarde siempre lo bueno de su gente, sus costumbres y recuerde que su gente es
parte de un gran pueblo, con historia, con tradiciones, con valores, con fe. Que el desarrollo y
el progreso no mate sus danzas, no desperdigue a su gente, no encarezca sus bienes, no haga
olvidar quienes son y de donde vienen, para que el adonde van sea un camino seguro que los
lleve a seguir siendo un gran pueblo con identidad.

Francisco Merino