Enséñale a pescar…

Enséñale a pescar…
22/12/2020 Sin comentarios Comunicacion fmerinov

Si quienes sobrepasamos los cuarenta, nos damos una vuelta por cualquiera de los miradores naturales de la ciudad; ya sea desde “El Colorado”, “El Blanco”, o la carretera a Levanto, por citar los más conocidos; podremos apreciar un panorama totalmente distinto del que vimos en nuestra juventud. “El Tapial”, “El Número Ocho”, “La Penquita” y muchos otros lugares que rodean la ciudad, que hace tres o cuatro décadas eran campo abierto y zona de juegos de muchos; hoy han desaparecido debajo de una capa de cemento y calaminas, en franco y desordenado crecimiento, y agrupadas bajo el nombre de urbanizaciones populares, y contienen una población que por lo menos ha cuadruplicado la población del Chachapoyas que conocimos. Pero estos cambios no solo se han dado en el tema urbanístico, si se le puede llamar así.

También la composición demográfica ha cambiado drásticamente, a simple vista y en ausencia de un estudio censal actualizado, se puede observar que una significativa parte de esta población tiene un origen rural, en su mayoría de los distritos de Chachapoyas y Luya.

Pero también en menor grado de la zona sur, las baguas y Condorcanqui.
Igual podría aseverar que una gran parte de la población actual de Chachapoyas es joven y también que esto se debe a dos causas principales: la necesidad de educación y la migración del campo a la ciudad por la falta de rentabilidad de los cultivos tradicionales, e incentivada en gran parte por el motivo anterior: brindar una (o una mejor) educación a los jóvenes.

A través del tiempo, Chachapoyas trató de brindar una respuesta a este fenómeno a través de la creación e incremento de instituciones educativas, además del centenario San Juan y sus hermanos menores, el Industrial, Santa Teresita y Virgen de Asunta, en secundaria y “La Normal” y “El INEI” en superior, existentes en la época que referimos, luego mutaron y hoy contamos con instituciones educativas primarias, secundarias y una universidad nacional, que alberga a más de un millar de jóvenes y las particulares, que de varias modalidades, también imparten formación.

Pero, por un lado, esta oferta educativa no logra llenar las aspiraciones educativas de la juventud -ojo, no digo demanda- situación que es agravada por la deserción escolar; y por el otro, quienes egresan, no encuentran el empleo para el cual fueron formados, ya sea porque su formación no estuvo de acuerdo a las necesidades del mercado, o porque simplemente este mercado no existe.


Es así que por ejemplo, el en su momento criticado hecho de que la carrera de Turismo de la universidad local haya tenido como denominación – y curricula – Turismo y Administración, permita que hoy un gran número de egresados pueda laborar en puestos administrativos, públicos o privados, que en realidad son los que oferta el mercado laboral local, y para el que – de algún modo- recibieron preparación académica.


Los paradigmas de la juventud actual con respecto a la de los 80 o 70, también cambiaron. En ese entonces las aspiraciones iban desde ser docente o policía y los mas afortunados deseaban una carrera universitaria o militar; ojo, en Lima, no en otro sitio, había que ir a la capital.


Hoy en cambio, una gran cantidad de jóvenes, porcentualmente mucho mayor que la de la época que se compara, ya no busca obtener y ejercer una carrera, técnica o profesional, sino aspira a lo fácil, lo rápido, y el “Taxi”, propio o alquilado. Además de lo anterior, le da status ante los amigos y amigas; lo diferencia del resto, le da el ingreso económico inmediato. Inmediato en su consecución y también inmediato en el gasto.

Entonces, haciendo un pequeño cálculo, sumamos la falta de formación y empleo adecuado para la juventud a la gran cantidad de locales de “recreación” –discotecas, recreos, bares, cantinas- veremos que el resultado no es muy halagador para la población que en un futuro inmediato será la generación que se está integrando a la ciudad.


Pero si miramos al otro lado, al de la Chachapoyas formal, veremos que es una sociedad en gran manera dependiente del erario público, si no en forma directa, a través del comercio, licitaciones obras u otro tipo de actividad económica. No existe una iniciativa de promoción de actividades productivas, creadoras o transformadoras o de servicios, que finalmente son las que crean la riqueza. Ni siquiera existe una oferta adecuada de profesionales de mando medio o de servicios técnicos.


Si vamos a los ejemplos concretos, busquemos un albañil, un carpintero, o un gasfitero que solucione emergencias domésticas y veremos lo difícil que es encontrarlo, si lo hallamos muchas veces no estaremos contentos de la calidad del resultado, por qué? Porque no existe,donde capacitarlo y calificarlo.


Y por ejemplo, si a pesar que las zonas cercanas a la ciudad se caracterizan por la variedad y calidad de maderas con que cuentan, y por la deforestación permanente de que son objeto, intentamos buscar muebles que compitan con los que venden los grandes almacenes -que paradójicamente están hechos de maderas de muy baja calidad, o de maderba, triplay u otros aglutinados- veremos con tristeza que no existen, o que la poca cantidad en los que se dispone, no alcanzan para una comercialización intensiva. Mientras tanto, a vista y paciencia nuestra, la tala indiscriminada y la comercialización ilegal que enriquecen a pocos, continúa. Y si seguimos buscando ejemplos, los seguiremos encontrando.

Y lógicamente, si los pobladores no cuentan con ingresos suficientes de dinero, las demás necesidades familiares y personales, seguirán siendo satisfechas a medias y claro, habrá carencias.

Entonces me pregunto si no sería mejor que en vez de buscar paliativos temporales, muy bien intencionados, estoy seguro. Porque no dirigimos nuestros esfuerzos, personales, sociales, institucionales, regionales municipales; los que estén disponibles, a la búsqueda de una solución definitiva a la problemática de la ciudad.

Entonces si hay educación, habrá trabajo. Y habrá dinero para la alimentación, para el vestido, para la salud, para los deportes, para educar a los niños, y si hay empleo, no habrá tiempo ocioso para dedicarlo a actividades no productivas o, en el peor de los casos a conseguir el dinero de maneras poco dignas o lícitas.

En resumen, necesitamos una forma de conectar las necesidades de la población con las aspiraciones de la juventud, para generar empleo que al final es desarrollo para el ciudadano, para la familia, para la ciudad.


Y lo que puedo ver a través del desarrollo de estas líneas, es que la economía y el futuro de la ciudad no necesita doctores que hayan estudiado quince años para trabajar en grandes oficinas. Tampoco los centros en los que se les eduque por quince años y que les haga querer trabajar sentados, si es que cabe el término.

Necesita emprendedores que cuenten con los conocimientos y herramientas para hacer cosas que se vendan, que creen riqueza, que generen desarrollo. Y estos emprendedores necesitan eso, el cómo hacerlo y el con que hacerlo. Y el saber qué hacer, un norte, alguien que les diga que ese es el camino correcto. Y es aquí que la lección de El Carpintero, cobra más vigencia aún: “Dale a un hombre un pescado y comerá un día; enséñale a pescar y comerá toda la vida”

Quizá la forma mas adecuada de hacerlo sea a través de la creación de un centro de formación de mandos medios, maestros u oficiales albañiles, carpinteros -en madera o metal￾gasfiteros, soldadores, artesanos, que al finalizar sus estudios no presenten una tesis, sino un plan de negocios al cual se pueda financiar con un fondo semilla y acompañar con expertos para lograr su éxito.

Un centro de formación adecuado a las necesidades de la ciudad, no lo de siempre, lo formateado desde la gran Lima, con curriculas, docentes y especialidades que partan de lo que requiere el mercado y las potencialidades de la zona.


Así, en 8 o 10 años, podríamos avizorar un futuro diferente para la ciudad, no el turismo que aún para muchos es un espejismo, o el marasmo de la administración pública, o la continuidad de la vigencia del alcohol, y el no-futuro, sino una ciudad de emprendedores que produzca, se enriquezca y enriquezca a los suyos, que día a día vea que su empresa, su emprendimiento progresa, sirve, crece y hace crecer su Chachapoyas, quiera a la Tierra que le dio el Pan, que le enseñó a pescar.
Por que no intentarlo.

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Francisco Merino

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